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Novembre 2023 - #133

El Servei de Salut Pública informa

El aire contaminado puede modificar la sustancia blanca de los cerebros preadolescentes

© Soloviova Liudmyla / Shutterstock.com

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La contaminación atmosférica hace que el aire que respiramos sea tóxico. Este aire sucio penetra en nuestro organismo y tiene la capacidad de afectar a casi todos los órganos. Pero ¿cómo afecta, en concreto, al cerebro?

A pesar de que ya existen evidencias científicas en el respeto, la respuesta a esta pregunta todavía está en construcción. Uno de los últimos estudios, publicado en la revista científica Environmental Pollution, mostraba como estar expuesto en contaminantes atmosféricos al vientre materno y durante los primeros ocho años y medio de vida puede alterar la conectividad estructural del cerebro al llegar a la preadolescència. Además, como mayor es la contaminación recibida los cinco primeros años, mayores son también los cambios detectados.

La conectividad estructural del cerebro se basa en la existencia de fascículos o tratos de sustancia blanca que conectan diferentes regiones de la corteza. Se mesura estudiando la microestructura de la sustancia blanca y constituye un marcador del desarrollo típico del cerebro. Una microestructura de la sustancia blanca anormal se ha relacionado con trastornos psiquiátricos (por ejemplo, síntomas depresivos, ansiedad o trastornos del espectro autista).

Además de la asociación entre contaminación del aire y conectividad estructural del cerebro, el estudio también ha encontrado un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2,5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen, implicada en la función motora y los procesos de aprendizaje, entre otras muchas funciones. Al tratarse de una estructura subcortical, su implicación es bastante amplia y menos especializada que las regiones corticales. El estudio ha observado que como mayor es la exposición a las PM2,5, sobre todo los primeros dos años de vida, mayor es el volumen del putamen.

“Un putamen mayor se ha asociado con algunos trastornos psiquiátricos (esquizofrenia, trastornos del espectro autista y trastornos del espectro obsesivo compulsivo)”, explicaba Anne-Claire Binter, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.

“El estudio resulta nuevo porque identifica los periodos de susceptibilidad a la contaminación atmosférica”, prosigue Binter. “Hemos usado una escala temporal más fina para considerar la exposición, analizando los datos mas a mes, cuando los estudios anteriores investigaban trimestres de embarazo o años de infancia. De este modo, hemos estudiado la contaminación atmosférica desde la concepción hasta los 8,5 años con una periodicidad mensual.”

Efectos incluso por debajo de los niveles legales

Otro de los puntos fuertes del estudio es que se ha basado en una gran cohorte: 3.515 niños y niñas del Generation R Study de Róterdam (Países Bajos).

Para conocer a qué contaminación atmosférica habían sido expuestos las niñas y niños, se estimaron los niveles diarios de dióxido de nitrógeno (NO2) y de materia particulada (PM2,5 y absorbancia de PM2,5) registrados allá donde habían vivido desde su concepción hasta los 8,5 años. Cuando tuvieron entre 9 y 12 años, se los tomaron imágenes cerebrales mediante resonancia magnética y se calcularon varios volúmenes cerebrales y la conectividad estructural.

Los niveles de NO2 y PM2,5 registrados en el estudio superaban las actuales recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (10 µg/m³ y 5 µg/m³, respectivamente), pero cumplían con la normativa de la Unión Europea, lo cual sugiere que la contaminación atmosférica puede afectar el desarrollo del cerebro a niveles inferiores a las normas actuales de calidad del aire.

Una de las grandes conclusiones del estudio es que el cerebro es especialmente vulnerable a la contaminación atmosférica no solo durante el embarazo, como se ha señalado en estudios anteriores, sino también durante la infancia.

Como que este estudio solo siguió los participantes hasta los 12 años, desde el equipo de investigación explican que habría que continuar repitiendo mediciones a estos niños y niñas para intentar comprender los posibles efectos a largo plazo de la exposición a la contaminación atmosférica en el cerebro.

Referencia:

Binter AC, Kusters MSW, van den Dries MI, Alonso L, Lubczyńska MJ, Hoek G, White T, Iñiguez C, Tiemeier H, Guxens M. Air pollution, white matter microstructure, and brain volumes: periods of susceptibility from pregnancy to preadolescence, Environmental Pollution, September 2022.

Contaminació i cervell

Yvette Moya-Angeler,
Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)

Boletín: EspaiS@lut
Número de boletín: #133 - Novembre 2023

 
 

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