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Abordando las cuatro dimensiones de la vivienda mediante un trabajo colaborativo y multidisciplinario
Pasamos cerca del 70% de nuestro tiempo en casa; una estimación prepandémica que probablemente ahora haya aumentado con la expansión del teletrabajo y de la educación a distancia. Además, las personas grandes en general pasan más tiempo a casa; y nuestra sociedad está envejeciendo a gran velocidad. Por otro lado, sabemos cada vez con más certeza que el entorno en que vivimos influye en nuestra salud. Entonces, ¿por qué no empezar abordando la salud en el entorno al cual nos exponemos más?
Vínculos entre la vivienda, el barrio y la salud de la población
Las relaciones entre vivienda y salud son complejas y multifactoriales. Sin embargo, cada vez disponemos de más evidencias que nos indican que la vivienda que habitamos puede determinar nuestra salud. Puede ser que incluso de forma más significativa que otros riesgos ampliamente conocidos y establecidos, como son el consumo de tabaco, el sedentarismo o la obesidad. Además, vamos conociendo los efectos sinérgicos y acumulativos de exposiciones combinadas, y como la acumulación de riesgos o condiciones inadecuadas en la vivienda se asocian a un peor estado de salud, mayor consumo de medicamentos y mayor riesgo de hospitalización de sus habitantes.
Por otro lado, el entorno inmediato de nuestra vivienda (el bloque, la isla de casas, el barrio) también puede determinar en gran medida la salud, las oportunidades de prosperar y la calidad de vida en general. La literatura reciente indica que un entorno físico y comunitario inadecuado puede derivar en sufrimiento psicológico, problemas mentales, conductas de riesgo e incluso tasas superiores de mortalidad por todas las causas.
Las condiciones pueden ser muy diversas entre barrios de una misma ciudad, y son aquellas personas que residen en zonas más desfavorecidas quienes estarán más expuestas y sufrirán más los efectos de condiciones adversas, combinando un triple riesgo de desigualdad: social, ambiental y, consecuentemente, de salud.
Mejorar las condiciones de las viviendas y de los entornos residenciales constituye, pues, una herramienta de justicia ambiental y social, así como una oportunidad para avanzar en la equidad en materia de salud. Además, a nivel comunitario, invertir en mejoras de vivienda supone un importante ahorro en servicios de salud. Por todos estos motivos, y especialmente después de la experiencia del confinamiento, la necesidad de actuar en esta dirección parece incontestable.
Abordando las diferentes dimensiones del problema
El derecho de toda persona a una vivienda digna (y por extensión, que protege la salud y favorece el bienestar) implica mucho más que cuatro paredes y un techo. Comporta disponer de unas condiciones interiores seguras, funcionales y adecuadas a las necesidades de los habitantes. Además, tiene que estar en un entorno conectado, cerca de recursos y servicios básicos, oportunidades de movilidad, formación y trabajo. Y a la vivienda, o desde él, se tienen que poder establecer conexiones sociales y participar activamente en la comunidad. Además, una vivienda digna también quiere decir que se puede acceder de manera igualitaria y no discriminatoria, y sin que los gastos asociados impliquen una renuncia a otras necesidades básicas como por ejemplo la educación, la sanidad o una alimentación saludable.
Vemos, pues, que hay múltiples dimensiones de la vivienda a considerar en el vínculo que tiene con la salud, que la Organización Mundial de la Salud resume en cuatro: el hogar, la vivienda física, el entorno inmediato y la comunidad (Fig.1). Abordar desde las políticas públicas los múltiples factores de riesgo asociados a estas cuatro dimensiones implica diferentes sectores con competencias muy diversas. De aquí viene que requiera una aproximación transversal, basada en criterios derivados de la mejor evidencia científica disponible.
Figura 1. Relación de una serie de factores de riesgo con cada una de las cuatro dimensiones de la vivienda (según la OMS).
Ciencia aplicada a políticas públicas de vivienda y entornos residenciales
Área de Igualdad y Sostenibilidad Social y el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) colaboran en la traslación del conocimiento científico a políticas públicas que integren la salud como eje transversal. Se creó el 2020, con este objetivo, un grupo de trabajo multidisciplinario entre la Oficina de Vivienda y los Servicios de Salud Pública y de Convivencia, Diversidad y Ciclo de Vida de la Diputación de Barcelona, y la Iniciativa en Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud de ISGlobal.
A través de este trabajo colaborativo, se han llevado a cabo revisiones de la literatura científica reciente sobre los vínculos entre la salud y un amplio mapa de determinantes y elementos de la vivienda (Fig. 2) primero sobre los relativos a la vivienda física (2020) y después sobre los elementos relativos al entorno residencial y la comunidad (2021). Los resultados de estas revisiones han sido recogidos en dos informes (uno de los cuales ya está publicado y el otro lo estará pronto).
Figura 2. Mapa de determinantes y elementos revisados en las fases I y II del trabajo colaborativo
Carlota Sáenz de Tejada
Investigadora postdoctoral a la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud
Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)
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