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En los últimos siglos y décadas, la salud y el bienestar de la humanidad han mejorado a nivel global. Hemos observado, entre otros, una reducción en la mortalidad infantil, un aumento de la esperanza de vida y una reducción en la pobreza. Durante el mismo periodo, hemos visto como nuestro consumo energético seguía subiendo, como se talaban grandes extensiones de bosques primarios, como las tasas de extinción de especies se aceleraban, como los océanos se acidificaban y como la temperatura del planeta seguía subiendo. Podemos decir, sin lugar a dudas, que en las últimas décadas hemos sustentado las mejoras en nuestra salud y bienestar en una sobreexplotación de los sistemas naturales.
A menudo leemos que el modelo económico pose en riesgo la salud y el bienestar de las generaciones futuras, pero esta afirmación es solo medio cierta: también estamos comprometiendo la salud y el bienestar de las generaciones presentes. La crisis ambiental y climática es evidente y hemos visto ya algunos de los riesgos que supone para nuestra salud, como por ejemplo algunos de los relacionados directamente con el cambio climático: las más de 70.000 muertes causadas a Europa por la ola de calor del verano de 2003 o las 60.000 muertes anual causadas por desastres naturales relacionados con el clima (la mayoría de ellas en países de renta baja o media).
Hay pero otros riesgos derivados de la crisis ambiental y climática que no son tan evidentes y que implican relaciones complejas entre diferentes sistemas, haciendo todavía difícil de predecir los efectos que tendrán para nuestra salud. Un ejemplo de estas relaciones complejas sería la actual pandemia de la COVID-19, tal y como explicábamos hace poco en una publicación en la revista científica Environmental Research. En la misma línea, un informe reciente del Intergovernmental Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES) concluye que el modelo de consumo actual y la degradación de los sistemas naturales que este compuerta, incrementa el riesgo de pandemias como el actual.
Los cambios de uso del suelo, la expansión y la intensificación agrícola, y el comercio y consumo de fauna salvaje facilitan el contacto entre fauna salvaje, ganado y humanos, y permiten que microbios de los animales puedan pasar a las personas, provocando brotes de nuevas dolencias infecciosas. Estas nuevas infecciones se pueden propagar fácilmente a un gran número de personas en centros urbanos altamente poblados y y #esparcir globalmente mediante rutas de comercio o viajes internacionales.
En el contexto actual toma especial relevancia el concepto de salud planetaria, que se ha definido como la consecución del máximo nivel de salud, bienestar y equidad conseguidos en todo el mundo respetando los límites de los sistemas naturales de la Tierra en que la humanidad puede prosperar, y se reconoce que para conseguirlo hay que prestar atención también en el ámbito político, económico y social. Este concepto ofrece una oportunidad sin precedentes para promover profundos cambios en nuestras sociedades para seguir mejorando la salud de la humanidad dentro de los límites sostenibles del planeta, en una sociedad justa y equitativa, y se plantea, entre otros, la reformulación de los sistemas alimentarios, la transición energética o la reorganización de las ciudades.
Retos del antropoceno y soluciones desde la salud planetaria
La dieta está estrechamente ligada a la salud y la sostenibilidad ambiental. Actualmente, la agricultura ocupa el 40% de la tierra y es responsable de fines el 30% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y del 70% del uso de agua dulce. Bajo el paradigma de la salud planetaria, se propone una reformulación de los sistemas alimentarios no solo para promover dietas saludables desde el punto de vista nutricional y reducir tanto la malnutrición como el cáncer o la obesidad a nivel global, sino para garantizar también una drástica reducción en las emisiones de CO2, reducir la deforestación y mitigar otros impactos ambientales.
La transición energética, es decir, la evolución de un sector energético basado en combustibles fósiles a un sector energético basado en energías limpias, se contempla no solo como una oportunidad para reducir las emisiones de CO2, sino también como una oportunidad para descentralizar la producción de energía y hacerla accesible a sectores más vulnerables de la población. Así se favorece, por ejemplo, el abastecimiento energético de centros de salud en zonas rurales en países de renta baja.
El crecimiento rápido de las poblaciones urbanas plantea un reto para la optimización de los recursos naturales y la salud humana en estos entornos. Desde el prisma de la salud planetaria, se ponen de relieve los beneficios tanto para la salud del ser humano como para el planeta de reducir la huella ecológica de las ciudades mediante políticas que protejan la biodiversidad, reduzcan la contaminación del aire y del agua, y minimicen el uso de energía y agua per cápita. Por ejemplo, la implementación de sistemas de transporte activo que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, mejoran la calidad del aire y promueven la actividad física. Por lo tanto, tienen un impacto positivo tanto para el planeta como para la salud de las personas.
La salud planetaria, además de promover cambios para mejorar la salud de manera sostenible, busca promover mecanismos de adaptación y mitigación en los impactos ya existentes, y fomentar una mejor integración de los servicios de salud ambiental y de los sistemas sanitarios. En este sentido, la salud planetaria prevé la creación de sistemas integrados de vigilancia que monitoricen los cambios ambientales que son relevantes para la salud humana con el fin de identificar los catalizadores, las tendencias y los puntos críticos, así como los cambios en indicadores relacionados con la salud, como la detección temprana de brotes de dolencias emergentes o de cambios en la nutrición y la carga de dolencias no transmisibles.
Nos encontramos en un momento en que hacen falta soluciones urgentes e imaginativas para afrontar los retos de la crisis ambiental y climática. La mirada transdisciplinaria de la salud planetaria se presenta como una oportunidad tanto para analizar las causas complejas de la crisis actual, como para buscar soluciones en los retos que los plantea.
Enlace en el artículo original
Cristina O'callaghan
Investigadora asociada al Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)
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Número de boletín: #102 - Gener 2021
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